lunes, 18 de marzo de 2013

Remember


Aun recuerdo como si fuera ayer el amor que sentía por aquella mujer. Sus cabellos dorados, sus ojos caramelo, su piel color canela, sus múltiples sonrojos, su carismática voz. Pero sin duda lo único que no podré olvidar hasta el día de mi muerte: Sus hermosos y dulces labios, los cuales incluso en los momentos más difíciles estaban sonriendo.
Ya han pasado más de 40 desde aquel accidente en el que mi futuro, mi amor, mi razón de vivir, ¡mi futura esposa! Murió. Los primeros años después de que el accidente me arrebatara a mi amada fueron los tristes y solitarios que jamás había pasado.
Nunca podré olvidar aquel día, un día antes de nuestro aniversario de ya 8 años de noviazgo. El día en que le iba a pedir matrimonio. Wendy, que así era como se llamaba mi amada, se fue a comer fuera de casa con sus amigas del trabajo ¿quién era yo para para impedirle eso?.
Al cabo de horas después salió un comunicado en las noticias en el que comunicaba como unos ladrones armanos con armas de fuego pincharon las ruedas del coche de Wendy. Finalmente debido a aquellos disparos su coche dió vueltas de campana hasta caerse por un precipicio. El peor día de mi vida.
No pude amar a nadie tanto como amaba a aquella persona. Y ahora en el momento de mi muerte lágrimas rodaban por mis mejillas, ahora, de un color pálido. Estaba llegando el momento de mi partida y eso lo sabía, no tuve hijos así que mi muerte sería tranquila y sin nadie a mi alrededor llorando por mi culpa.
Cerré los ojos y respiré ondo, ya me costaba hasta respirar.
-Estoy aquí- resonó una voz en mi cabeza, una voz que conocía perfectamente. Sonreí
-W...Wendy- Respondí sorprendido
Abrí mis ojos rápidamente. No me podía creer lo que estaba viendo era... ¡era ella! No había cambiado en absoluto, estaba tal y como la recordaba. Hermosa.
-He venido a buscarte- dijo con una de sus típicas sonrisas, exténdiendome una de sus manos.
La acepté sin pensarmelo y por un momento sentí como mi alma era despegada de mi propio cuerpo. Me giré sobre los talones y divisé mi cuerpo ya sin vida pero con una sonrisa.
  • Ahora si podremos estar juntos- Volvió a sonreir ella.
-S-sí -respondí sin voz, no agunté más y me eché a llorar mientras me abalanzaba hacia ella para abrazarla, ella correspondió a mi abrazo de la misma manera entusiasta.


Ahora podríamos estar juntos por toda la eternidad, ya ni el tiempo nos impedía separarnos, ni la edad, ni nada. Teníamos la libertad para vivir aquello que siempre intentamos formar y aunque suene un poco irónico, me sentí más vivo de lo que había estado nunca.

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